Relevancia Religiosa

Entre las imágenes de Jesús crucificado, objeto de veneración popular, es sin duda una de las más visitadas y devotas la del Santo Cristo de Goián, que destaca severidad viril, recogimiento profundo y noble majestad.

Su divino rostro, ennegrecido por el sudor y la sangre forma un artístico conjunto, con expresión de dulce agonía, que conmueve y cautiva los corazones de sus devotos.

Sus brazos extendidos majestuosamente sobre el ensangrentado madero ponen de manifiesto ante los fieles la realización de la divina promesa:

“Cuando sea levantado en la Cruz atraeré a Mi todas las cosas”.

Palabras divinas que han tenido generoso cumplimiento en el Santuario del Santo Cristo de Goián en donde se respira la fe y devoción de un gentío inmenso, que a través de los tiempos y desde muy lejanas fechas acuden a este santuario; ya antes del 1.600, han desfilado y desfilan cada año ante la Sagrada Imagen del Crucificado, venidos de los más remotos lugares, unos a dar gracias por los favores recibidos, otros a implorarlos, con tales manifestaciones de fe y actos de penitencia que no se superan fácilmente.

Y para más confianza de los romeros esta Sagrada Efigie, por su mirada dirigida a un lado del Calvario y por la dureza de sus labios entreabiertos suavemente parece estar en el momento de darnos lo más querido a su divino corazón, su Madre la Virgen María por Madre nuestra: “Ecce Mater Tua”.

La tradición ha orlado al Santo Cristo de Goián de una aureola de gran veneración, y al mismo tiempo que la tradición también los documentos hablan de singulares favores recibidos invocando la Sagrada Imagen, tales como la curación de un caso de hidrofobia – en aquella época incurable – padecido por D. Diego de Castro, vecino de Madrid, el cual, en agradecimiento donó el valioso vestido que cubre la Sgda. Imagen y una hermosa lámpara que luce constantemente ante su altar; y los inútiles esfuerzos de unos sacrílegos franceses que intentaron arrancar la Imagen de su camarín sin poder lograrlo, pero quedando como prueba del hecho una palanca de hierro incrustada entre la imagen y la pared, palanca que estuvo así colocada bastantes años.

A todo esto se pudieran añadiro muchos y singulares favores dispensados a sus devotos de todas partes que aquí no es dable referir, y los que cada uno experimenta dentro de su alma cuando fija los ojos en la divina imagen; el solo título con que la invocamos es bastante para inspirar dentro de nosotros confianza y movernos a implorar su patrocinio.

En 1.826 D. Antonio de Castro esclarecido hijo de Goián, en agradecimiento a muy singulares favores recibidos del Santo Cristo dirigió solicitudes y cartas a todos los Señores Arzobispos y Obispos de España en suplicando gracias espirituales de que pudieran participar los devotos que visitasen este Santuario, habiendo concedido todos ellos las indulgencias de su jurisdicción, previa la práctica de algunas obras de piedad, o el rezo de varias oraciones ante el Santo Cristo. El sumario de todas estas indulgencias plenarias y parciales se haya expuesto al público en el interior del Santuario.